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Chancho en Piedra y La dieta del lagarto: El funk chileno que rompió los moldes del rock nacional
Publicado en 13/05/2025 09:22 • Actualizado 13/05/2025 17:16
Discos

En el cambiante panorama del rock chileno de los años 90, donde los ecos del retorno a la democracia aún resonaban, una banda irrumpió con una propuesta tan desfachatada como musicalmente arriesgada. En 1997, Chancho en Piedra lanzó su segundo disco, La dieta del lagarto, y con él se consolidaron como una de las agrupaciones más originales y queridas del país.

Lejos del discurso solemne o la melancolía alternativa de la época, el grupo formado por Eduardo “Lalo” Ibeas (voz), Pablo “K-V-Zón” Ilabaca (guitarra y coros), Felipe “Original” Ilabaca (bajo y coros) y Eduardo “Toño” Correa (batería), apostó por una fusión explosiva de funk, rock, rap, metal y una lírica profundamente chilena, cargada de humor, crítica social y referencias culturales locales. Esa mezcla alcanzó su punto más sólido y colorido en La dieta del lagarto.

Canciones como “Locura espacial”, “Discojapi”, “Da la claridad”, y la emblemática “Edén”, se volvieron clásicos instantáneos. El disco mostró a una banda en plena madurez creativa, con letras que iban desde lo introspectivo hasta lo absurdamente cotidiano, envueltas en grooves potentes y arreglos impredecibles. La voz teatral de Lalo, el bajo saltarín de Felipe, los riffs afilados de Pablo y la percusión energética de Toño generaron una identidad sonora única e inconfundible.

El título del álbum alude a la idea de depuración y transformación, una metáfora del crecimiento de la banda desde su disco debut (Peor es mascar lauchas, 1995) hacia una propuesta más compleja y pulida, sin perder la irreverencia que los caracteriza. Visualmente, el arte del disco y los videoclips reafirmaron su apuesta por lo lúdico, lo psicodélico y lo provocador.

La dieta del lagarto no solo fue un éxito en ventas en Chile, sino que también ayudó a cimentar el estatus de Chancho en Piedra como referentes del funk-rock latinoamericano. Su capacidad de mezclar virtuosismo musical con lenguaje callejero, crítica cultural y humor, los hizo cercanos a públicos diversos: rockeros, estudiantes, músicos, e incluso niños que conocieron sus canciones a través de programas como 31 Minutos, con quienes colaborarían años después.

En retrospectiva, La dieta del lagarto fue mucho más que una colección de canciones: fue una declaración de principios. Mostró que se podía hacer música inteligente sin tomarse demasiado en serio, que el funk podía hablar en chileno, y que el rock también podía hacernos reír, pensar y bailar al mismo tiempo.

Hoy, en 2025, el disco sigue vigente, tanto por su frescura musical como por su mensaje: en un mundo cada vez más uniforme, ser chancho, libre y creativo, sigue siendo un acto de rebeldía.

 

Rockaradio.com

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