En una década saturada de etiquetas como grunge, metal alternativo o funk rock, pocos discos fueron tan desafiantes y rupturistas como Angel Dust, el cuarto álbum de estudio de Faith No More, lanzado en junio de 1992. A más de 30 años de su aparición, el disco sigue siendo una obra inclasificable, brutal y vanguardista, capaz de incomodar y fascinar a partes iguales.
Tras el éxito masivo de The Real Thing (1989), impulsado por el hit “Epic”, la expectativa sobre su continuación era alta. Pero Angel Dust fue todo menos una repetición. Liderados por el excéntrico vocalista Mike Patton, quien esta vez participó plenamente en la composición, Faith No More rompió con lo establecido y presentó un álbum que combinaba metal, funk, música clásica, samples cinematográficos, góspel, e incluso easy listening en una propuesta tan ambiciosa como impredecible.

El resultado fue un disco ecléctico y oscuro, con letras cargadas de ironía, violencia y surrealismo. Canciones como “Midlife Crisis”, “Everything’s Ruined”, “A Small Victory”, y la perturbadora versión de “Easy” de Commodores (incluida en ediciones internacionales) mostraron una banda decidida a empujar los límites sonoros y temáticos del rock.
Aunque Angel Dust no replicó el éxito comercial de su antecesor en Estados Unidos, fue un fenómeno en Europa y Sudamérica, y con el tiempo se consolidó como el álbum más influyente y aclamado de Faith No More. En 2003, la revista Kerrang! lo nombró “el disco más importante de la década de los 90”, mientras que Rolling Stone y Metal Hammer lo han incluido en múltiples listas de “mejores discos de todos los tiempos”.
La producción —a cargo de Matt Wallace junto a la propia banda— fue deliberadamente densa y experimental. Teclados teatrales, distorsiones agresivas y cambios de ritmo inesperados convierten cada canción en una experiencia. Y sobre todo, está Patton, que con apenas 24 años desplegó uno de los rangos vocales más impresionantes y versátiles del rock, transitando del canto melódico al grito animal con una teatralidad que luego influiría en bandas como System of a Down, Deftones o Mr. Bungle (su otro proyecto).

En retrospectiva, Angel Dust es considerado una pieza clave para entender la evolución del rock de los 90. Su riesgo artístico y su resistencia a ser encasillado lo convierten en un ejemplo perfecto de cómo una banda puede reinventarse sin perder identidad. En tiempos donde la industria musical parecía exigir fórmulas, Faith No More eligió el caos. Y ganó.
En 2025, Angel Dust no suena viejo. Su agresividad sigue fresca, su rareza sigue desconcertando, y su ambición artística sigue siendo un faro para quienes creen que el rock puede (y debe) incomodar. Más que un álbum, es un manifiesto contra la conformidad.
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